CARTA ABIERTA DE LA CONGREGACIÓN DE LAS HERMANAS DE SAN JOSÉ DE CHAMBERY

 

“Justicia y Paz se abrazarán” (Sal. 85,11).

“Yo vine para que todos/as tengan vida y vida en abundancia” (Jn. 10,10).

 

 

Nosotras, Hermana de San José de Chambery, al celebrar 367 años de fundación de nuestra Congregación reafirmamos nuestra presencia profética de unidad y reconciliación en un mundo fragmentado. En la fidelidad dinámica y creativa a la inspiración inicial, como mujeres consagradas, somos fuertemente cuestionadas por los clamores de los pobres en el actual contexto de nuestro país. 

 

La desacreditada situación del Brasil y la calamitosa realidad de millones de brasileños/as nos llaman a hacer coro con tantas voces y protestas en un momento en que prevalecen rivalidades y conflictos de intereses, donde la fuerza oportunista se impone desfavorablemente de la mayoría de la población. Sufrimos con un gobierno ilegítimo, articulado a partir de un golpe político-jurídico. Un congreso de voto vendido, a “peso de oro” y a “toque de caja”, reformas que privan al pueblo de sus derechos alcanzados en años de lucha. Privatizaciones irresponsables dilapidan el patrimonio nacional, en cuanto empresas extranjeras obtiene ventajas competitivas. La priorización de la economía privilegia el mercado financiero. Sobran cuentas pulposas en paraísos fiscales, cuando no aparecen maletas llenas de dinero en efectivo. Se convierte en rutina la criminalización de movimientos, reivindicaciones y liderazgos populares. No compactamos con esta realidad, con las situaciones de injusticia y falta de respeto a los derechos humanos.

 

Como Cuerpo Congregacional, nosotras, Hermanas de San José de Chambery, fieles a nuestros orígenes y al clamor de los pobres y trabajadores, a la luz de nuestros documentos, “miramos con espíritu crítico las realidades y las ideologías en ellas ocultas, a fin de que nuestro pensamiento esté de acuerdo con el Evangelio y nuestra acción exprese sus exigencias”. Renovamos nuestro compromiso con el Dios da Vida, al servicio de la Iglesia y el mundo, luchando por la participación democrática y nos empeñamos para ser, en medio del pueblo oprimido, violado en su dignidad humana y en sus derechos, la “Congregación del grande Amor de Dios” como querían nuestras fundadoras y el fundador P. Juan Pedro Médaille. 

 

En la Iglesia y comprometidas con el pueblo, queremos construir un presente y un futuro de vida y de esperanza, confiante en el Dios Trinidad y en nuestra Madre Aparecida. 

 

Roma, 15 de octubre 2017