Dejar su propio zapato, para muchas de nosotras no era difícil. Pero colocarse el de la otra sí lo fue. Eso ocurre porque el zapato toca a la persona en un nivel íntimo. Tomando la forma del pie de la persona, a diferencia de un suéter, que no lo hace. Personalmente, la sandalia que me coloqué, fue desagradable, pero me llevó a pensar que lo importante, aunque con zapatos diferentes, es alcanzar el objetivo.
Esa experiencia generó muchas reflexiones en el grupo: Caminar en lugar de la otra nos permite algo más sobre la persona que la dio; es importante caminar con zapatos confortables, sobre todo cuando somos llamadas a compartir un proyecto común, lo importante es alcanzar el objetivo, y también, cuando vivimos en una cultura diferente de la nuestra, es necesario entrar en ella totalmente y dejar de vivir a medias.